10 junio, 2010

El Bunker del Arte


Uno de los proyectos que llevé a cabo cuando cursaba el último año de carrera consistía en amueblar una estancia manteniendo un presupuesto contenido y documentado. Resultó ser uno de los trabajos que hice con más agrado. 

Yo soy como soy y cuando me pongo con algo lo hago a lo grande. Por eso no me limité a decorar una sola estancia, sino que aproveché el local 120 m2 de mi amigo Antonio para preparar y presentar una reforma completa y con intención de llevarla a cabo. Por tanto acabó convirtiéndose en un proyecto real. Si queréis ver cuál fue el resultado podéis entrar clicando en "Más información" 

Bienvenidos a

"El Bunker del Arte", cuyo nombre dejaba patente que estaba bajo tierra, se planteó en un principio como un espacio socio-cultural sin ánimo de lucro para todos los públicos, pero la persona que llevaría el proyecto adelante iba a vivir allí, por tanto parte de la superficie construida se tenía que destinar a uso como vivienda. Para ello se dividió el espacio en tres zonas según su uso y la concurrencia de personas. 


 

El ala este fue elegido como el espacio personal de Antonio, su hogar y zona de descanso. (marcado en tojo en el mapa). Se pensó en todo lo necesario para sentirse lo más cómodo posible en un espacio tan frío u húmedo como aquel, con cama doble, dos sofás cama (por si acaso), una mesa central con aspecto de cubo de Rubik e incluso un proyector de TV incluido. El mobiliario seguía en lo posible la gama de colores impuesta por el cliente (en este caso Antonio): blanco, negro y rojo.

La zona de descanso y la de ocio compartían el mismo techo, sin embargo quedaban muy bien delimitadas gracias a la inteligente disposición de los muebles. La idea era que también se pudiera utilizar la pantalla del proyector desde la cama, por eso no se separó físicamente cada área.



El otro extremo del local estaba destinado a las artes y oficios y era el verdadero motivo del búnker. Al acceder a esta zona te encontrabas con un taller de artes plásticas, caballetes por ahí, mesas de dibujo por allá y una gran estantería llena de libros presidiendo la pared principal. Había espacio incluso para el arte digital, con un par de ordenadores para los más geeks.



Avanzando hasta la siguiente estancia encontrabas el vestuario, y su función no creo necesario explicar. Era el paso previo antes de llegar a la habitación más grande de todo el local, la que iba a servir de escuela de danza y escenario para músicos y actores. A un lado del cuarto imponía su presencia un enorme espejo con barra de ejercicios que toda escuela de danza necesita. Las paredes opuestas las cubría un enorme telón rojo de un tejido muy grueso con el fin de insonorizar el local ante posibles quejas de los vecinos y de paso se conseguía dar un toque de color cálido ante tal dominio del blanco.






Por último, separando las dos alas del local, estaba el espacio central que no era más que el recibidor, la cocina y el baño, comunes para todo el recinto y que Antonio debería compartir con los asistente al búnker artístico. La cocina era muy sencilla, recordemos que el presupuesto debía ser limitado, pero en cambio en el lavabo dejamos ir un poco la imaginación con un alicatado un tanto ajedrecista, jugando con los colores favoritos del inquilino.


El presupuesto aproximado que iba a costar todo lo necesario para hacer realidad el búnker no llegaba a los 6.000 euros, eso sin contar aquellas cosas que ya teníamos préviamente o que se iban a prestar a la causa.
La peor de todo fue que ni el ajustado presupuesto ni las enormes ganas que se pusieron pudieron con el peor de males: la falta de efectivo. Así es, "El búnker del Arte" quedó sólo en un proyecto. Quien sabe si algún día....